27 de Noviembre de 2004

Titus Pecarites

Nombre:
Titus Pecarites
Nombre del jugador:
Enrique Royo
Raza:
Kerendan (humana)
Clase:
Guerrero
Procedencia:
Llanuras de Kerendan, Imperio de Thyatis
Fuerza:
16 (+2)
Inteligencia:
11
Sabiduría:
9
Destreza:
15 (+1)
Constitución:
12
Carisma:
11

Leonian Pecarites vivía dedicado a su trabajo como armero en las llanuras de Kerendan. Su extraordinaria habilidad y la exquisita manufactura de sus espadas era conocida por soldados, mercenarios y gladiadores de todo el Imperio. En su juventud había convivido con los maestros elfos de Alfheim, que le habían enseñado su arte a cambió de que siguiese siempre sus tradiciones y nunca forjase un arma para alguien que no la mereciese.

Pero Aloysius Hydelanian, hijo consentido de un Senador en la capital del Imperio, nunca aceptaba un no por respuesta. Ofendido por la negativa del artesano a proporcionarle una de sus afamadas espadas lo retó a un duelo. Y cuando Leonian lo desarmo y vertió primera sangre sin ningún esfuerzo ganando así el lance, su ira fue aun mayor. Atacándolo furioso y a traición lo hirió salvajemente. Los padrinos trataron de interponerse, pero tajando como un endemoniado con su cuchillo se abrió paso, saltando enloquecido sobre Pecarites para matarlo y hallando sólo su acero traspasándole el pecho.

Al saber de la muerte de su hijo, el Senador Hydelanian actuó con crueldad y todo el poder que su posición le permitía. La encarcelación fue rápida, el juicio breve con cargos de asesinato a sangre fría. La sentencia: que Pecarites fuese despojado de todo cuanto poseía y convertido en esclavo de por vida.

Las penurias que sobrellevó como esclavo de hombres miserables fueron incontables. Su único consuelo era la joven Flavia, también esclava, que atendía sus heridas tras cada una de las palizas que le propinaban. Pero su rebeldía era incontenible, así que dispuestos a darle una lección definitiva sus amos lo lanzaron a la Arena con la esperanza de que alguno de los animales del Coliseo acabase de una vez con una vida tan exasperante.

En su primera lucha su habilidad con las armas se hizo notar atrayendo la atención de Favius Proavopolus, de la Escuela de Gladiadores de Machetos. Este lo compro y le prometió una vida justa si las ganancias eran buenas. Y Leonian accedió sólo si también libraba a Flavia de sus crueles amos.

Así empezó su vida de luchador, viajando por las Arenas de los lugares más remotos del Imperio, enfrentándose a hombres, animales y monstruos, siempre recogiendo los vítores de un público enardecido. Proavopolus, viendo su inversión más que recompensada por las continuas victorias, era generoso; pero nunca tanto como para permitir a su gladiador estrella comprar su propia libertad. Permitió a Pecarites casarse con Flavia, pero al tener su primer hijo ella falleció durante el parto. Para Leonian el que su hijo naciese en esclavitud fue la peor de las maldiciones.

Llegó el día en que Proavopolus fué invitado a que sus gladiadores luchasen en el Coliseo de Thyatis, ante el propio Emperador y muchos de sus nobles. Y cuando Leonian entró en la arena, habíendo crecido más y más desesperado desde la muerte de su esposa, más cruel en la batalla, sintiéndose impotente para librar a su hijo Titus de la esclavitud, y vió en el palco al responsable de todas sus desgracias, su ira sorprendió a todos. Murió atravesado por las flechas a tan sólo unos pasos de Hydelanian, dejando tras de si sobre las gradas un reguero de muerte que hizo a los generales de Thyatis lamentar largamente su pérdida.

Titus tenía ya 8 años y, queriendo deshacerse de todo lo que lo relacionase con el traidor Pecarites que tan mala fortuna le había traído, Favius lo vendió sin perder tiempo. Por suerte para él su nuevo amo, Asterio Kelmeiyan, resultó tener un carácter amable y paternalista. Viajaba muy a menudo y Titus era el único al que, en calidad de criado personal, permitía acompañarle. Lo educó como a su propio hijo, en la política del Imperio, la forma de lucha de los gladiadores y la cría de caballos, temas todos ellos que dominaba. Y durante cada una de sus misteriosas misiones diplomáticas Titus le sirvió lealmente, aunque a ojos de extraños más parecía su amigo y guardaespaldas, que su esclavo.

Y siguiendo sus pasos en una misión que como tantas otras veces desconocía, Titus lo acompañó hasta Karameikos.