7 de Diciembre de 2004
Viento que recorre el mundo
Hay algunos sueños que parecen más vívidos que la realidad. Son sueños en que puedes palpar y saborear y sentir como no has sentido nunca en el mundo de los hombres. Visitas lugares en los que no has estado nunca antes pero que te son familiares; hablas con gente desconocida como si fueses uno de ellos que ha vuelto de un largo viaje… y recuerdas sueños pasados, pues sabes que estás soñando, y sólo deseas viajar por este mundo onírico, explorarlo, rápido antes de que algún ruido en el mundo de los hombres te despierte. Porque no quieres despertar.
Los shamani llaman a este lugar el Mundo de los Espíritus del Ayer y el Mañana y saben que si Atruaghin te permite visitarlo debes prestar atención a los augurios que se te revelen, pues son mensajes del pasado y del futuro.
Viento Frío estaba en las calles de una gran ciudad. El ambiente estaba cargado de tormenta, las calles desiertas, en el cielo oscuro las nubes se movían con rapidez vertiginosa, el viento agitaba los carteles incomprensibles de las tiendas, los edificios enormes y oscuros se cernian sobre ella con siluetas amenazantes.
Y al final de la calle, mirándola con ojos amarillos, una pantera negra se movía entre las sombras, primero acercándose, luego alejándose, como instándola a seguirla, asustada de lo que había tras la shamani. Y cuando Viento Frío se volvió para mirar vió que el mundo desaparecía envuelto en oscuridad. Y sintió un enorme miedo y corrió asustada tras la pantera por las calles mientras tras de si casas y calles eran engullidas por la nada.
Aparecieron en una gran plaza y la pantera la cruzó como el rayo dirigiéndose hacía la silueta de la torre oscura que se alzaba en su centro, rompiendo un cielo en llamas. Pasaron junto a un enorme lobo gris, que las miró alejarse y, con toda su piel erizada, se interpuso entre ellas y la oscuridad que las perseguía. Por unos instantes la hizo retroceder con temibles zarpazos, y poderosas dentelladas. Pero cuando Viento Frío miró atrás una vez más hacia su valiente y solitaria lucha por defenderlas, la oscuridad ya lo había devorado.
Y según se acercaban a la torre, sus detalles se hacían más definidos. Sus paredes estaban cubiertas de puertas abiertas que daban al vacio, escaleras, plataformas y trampillas que sólo podían haber resultado del delirio de un loco. Y una sombra gigantesca se enroscaba alrededor de la torre, escamas resplandecientes y movimientos rápidos descendiendo a su encuentro.
La pantera se detuvo al pie de la torre y lamió la mano de la shamani. El dragón oteaba el horizonte, a la oscuridad que se acercaba imparable, enseñando los dientes. Y Viento Frío saltó sobre su cola, trepó por su cuerpo y su cuello hasta su cabeza, y el dragón se estiró cuan largo era hasta depositarla en lo alto de la torre.
Y allí, en el centro de un círculo de columnas, sobre un pedestal negro, brillaba una esfera de cristal, surcada por rayos de luz, envuelta en su propia tormenta. Y Viento Frío se acercó a mirar en su interior, mientras fuera el poderoso dragón descargaba su furia contra la oscuridad que los envolvía.
Ilustración copyright Jeff Easley.
En el interior de la esfera pudo ver tierras verdes y montañas, sobre las que volaba a gran velocidad, una ciudad anegada por las aguas bajo la cual se abrían grandes grutas subterraneas… y cuando su alocada carrera por fin se detuvo no había nada excepto el viejo shamani sentado a la luz de una hoguera.
—¿Sabes quien soy, hija mía? —le preguntó mirándola con ojos azul brillante.
Y ella asintió, temblando, pues no era sino su Señor Atruaghin.
—Tengo una misión para ti. Te llevará lejos de la meseta, de tu hogar y tu familia. A sitios que nadie antes ha visto. Es un camino de peligros y tristeza hija mía… pero debe ser recorrido, no hay otra manera.
Mirándolo comprendió que la esperaba una gran carga. Finalmente reunió fuerzas para hablar:
—Soy indigna de vuestra atención padre. No se nada sobre el mundo. Hay entre vuestros hijos muchos mejores que yo…
Mirándola a los ojos la hizo callar, y sintió como su mirada taladraba hasta lo más profundo de su alma.
—Tienes que ser tú.
Y Viento Frío pensó en su vida en la meseta y en lo que le pedían que dejase atrás. Su familia con la que acababa de reunirse de nuevo, su Clan, Buho Amarillo, su forma de vida… Pues sabía que el mundo más allá de la meseta era hostil a los de su raza y no seguían el Camino de los Espíritus. Hombres, semihumanos y todas las criaturas de la noche estarían en su contra. La angustia la corroía, hasta que llorando consiguío hablar de nuevo, suplicando no ser enviada lejos de los suyos.
Todavía tiembla al recordarle. Su figura atravesando el fuego, convertido en llamas, sus ojos quemando su alma. Tan distinto del anciano bondadoso que le hablaba con calidez. Era uno de los Grandes, y Su Furia era temible.
—¡¿Osas desobedecerme?! Niña, ¡harás lo que se te mande!
Llorando se arrastró por el suelo suplicando perdón, hasta que notó el ruido de las llamas crepitando apagarse. Sintió su mano en su cabeza, y su voz reconfortándola con palabras que no entendía por completo.
—Se valiente. Recuerda que tu estirpe es una de guerreros y hombres sabios. Se el orgullo de tus antepasados.
Y cuando levantó la mirada vió como el anciano abría los brazos a izquierda y derecha, y a su señal los héroes de otro tiempo aparecían alrededor del fuego, mirándola… y sonriendo. Atruaghin la ayudó a levantarse.
—No estarás sola. Busca.
Y cuando Viento Frío despertó, la voz aun persistía en su cabeza.
—Busca. La pantera. El lobo. El dragón. Busca.